A niños demasiado obedientes y complacientes que no se defiende, bajan la cabeza cuando se les habla fuerte, sufren en silencio, lloran a solas, considerados simples, de buena voluntad, no causan problemas a sus padres. A la hija que no se casa porque se dedicó a cuidar a su madre enferma (caso típico), con abnegación y sacrificio. Hijos que desvían su verdadera vocación por complacer a los padres, o porque deben seguir atendiendo el negocio familiar. A la pálida y diligente criada que renuncia hacer su propia vida en favor de los señores (típico de la generación de nuestros abuelos). Esposas demasiado complacientes. A personas muy sensitivas que se enferman y no saben por qué. Personas víctimas de influencias intelectuales más fuertes y que son absorbidas por los llamados “maestros iluminados” y se someten a leyes y rituales del grupo, corriendo el peligro de perder por completo la personalidad. A todo el que esté bajo el yugo de otro. A personas convalecientes, ya que es un medicamento vitalizante. Eficaz en los estados de debilidad general. Dar a las plantas para revitalizarlas. Atomizar salas de espera en hospitales y clínicas.
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